Soy aficionado a la relojería desde hace tiempo y trabajo en el sector desde hace casi cinco años. Una cosa que siempre me ha llamado la atención es que el coleccionismo de relojes es una afición especialmente emotiva. Tanto si le gusta un reloj por su diseño, su herencia, su mecánica, su artesanía, su utilidad, o si le gusta por el hecho de que un ser querido lo llevara en su día o simplemente porque su famoso favorito lo hizo popular, cuando un reloj luce espléndido en su muñeca, todo lo demás da igual.
La sensación
No sé muy bien cómo describirlo, pero cuando se trata de ese reloj que no podría quedar mejor en su muñeca, la sensación de ponérselo es todo un gozo. Quizá estemos hablando de algo parecido al amor. Es una palabra fuerte, pero hasta cierto punto todos compartimos ese amor por la relojería, independientemente de lo que nos llevó a iniciarnos en esta afición, y seguramente la mayoría de nosotros tendrá un reloj en su colección que personifica ese sentimiento más que otros.
El reloj
Cuando me dijeron que todos los autores de la revista de Chrono24 escribirían sobre su reloj más preciado, supe inmediatamente sobre qué reloj escribiría: mi TAG Heuer Aquaracer ref. WAY2111.BA0928. Fue un regalo que me hice a mí mismo hace nueve años, después de mi 18 cumpleaños. Este modelo ha llegado a simbolizar lo que creo que es el coleccionismo de relojes: ese sentido innato de atracción que siente por algo que cumple todos sus requisitos y que encaja inmediatamente con usted. Aunque mi Aquaracer no es el reloj más valioso que tengo, es con el que creo que he conectado más, y sin duda es el último reloj que se me ocurriría vender.

Fue mi primer reloj «de verdad», el que me hizo sentir como un «verdadero» coleccionista de relojes. Me costó casi todo el dinero que tenía en aquel momento y lo compré sin preocuparme si era la marca de moda de la época, ni si sacaría un buen precio en caso de revenderlo, ni tampoco me fijé en si su color de esfera era popular o si era el estilo de reloj que tocaba tener: simplemente compré mi Aquaracer decidido y sin filtros. Claramente, eran otros tiempos y uno podía decidir sin ser influido por el uso de Instagram, y las redes sociales que nos indican qué reloj está de moda y cuál no.
En pocas palabras, compré lo que realmente me gustaba sin influencias externas. Es el único reloj de mi colección en el que puedo asegurar que habla de mis gustos y preferencias sin adulterar. Y aunque igual pueda sonar un poco exagerado, eso es algo que probablemente no pueda decir del resto de mi colección, ya que mis gustos están cada vez más condicionados e influenciados por las redes sociales. Quizá por eso me sigue gustando tanto. Este reloj representa mi dimensión más inocente como coleccionista y la búsqueda de un objeto que me apasionaba y que compré únicamente para hacer algo por mí mismo. No lo compré para presumir, ni como un activo económico o porque alguien me dijera que me haría ganar puntos (en realidad no los necesito). Lo compré porque amo la relojería.
La historia
Mientras escribo este artículo, no puedo evitar examinar mi Aquaracer y dejarme transportar a mis experiencias con él en el pasado. Es curioso, hay un tópico en el coleccionismo de relojes sobre cómo los arañazos añaden personalidad a un reloj y esconden, por tanto, su historia. Y hay un puñado de arañazos en mi Aquaracer que me recuerdan lo ingenuo que era, —probablemente lo sigo siendo—, pero también lo lejos que he llegado en mi pasión desde que lo compré. Me llama la atención especialmente un arañazo que hay en la hebilla. Descubrí que los arañazos se podían eliminar raspando suavemente con papel de lija muy fino, y decidí probarlo en la hebilla de mi Aquaracer. Para mi sorpresa, fue un éxito. Tras un ligero pulido, la hebilla quedó como nueva.
Después de eso, me di cuenta de que había otro arañazo en el lateral de la hebilla, así que cogí la lija e hice lo mismo; solo que esta vez lo estropeé. ¿El motivo? Los laterales del cierre están pulidos, mientras que la parte superior está cepillada, algo que en su momento desconocía, así que sin querer estropeé el lateral de la hebilla. Tras entrar en pánico y preocuparme un buen rato, conseguí restaurarlo un poco puliéndolo con unas limas de uñas de grano diferente que mi madre tenía en el baño. Volver a ver ese arañazo me recuerda ese episodio, como si el reloj me dijera «te lo dije».

Al contrario que antes y después de toda esta hazaña explicada intentando arreglar mi reloj, ahora guardo mis relojes en un expositor en mi mesilla de noche cuando me los quito para dormir. Los envuelvo en papel higiénico si los dejo al aire libre por cualquier motivo, y al menor golpe los inspecciono inmediatamente, como una madre cariñosa que comprueba si su hijo está bien cuando tropieza y se cae. De nuevo, todo en este Aquaracer, desde sus arañazos hasta el golpe que tiene en su caja a las 9 horas, me recuerda el amor original que sentía por el coleccionismo de relojes y por los relojes en general. Me permite redescubrir la pasión por la relojería que comparto con la versión más joven de mí mismo, y me recuerda que no debería preocuparme tanto por mis relojes.
Las especificaciones técnicas
Más allá del vínculo emocional que me une a mi Aquaracer, creo que es un reloj precioso —es mi opinión (pero no me equivoco). Con un tamaño de 41 mm y fabricado en acero inoxidable, su interior aloja el movimiento automático Calibre 5. Además, presenta una atractiva esfera plateada con un grabado guilloché horizontal que añade un sutil toque de elegancia a un diseño por lo demás utilitario. Enmarcado por un bisel unidireccional de acero inoxidable que combina el acabado cepillado con marcadores horarios pulidos que salpican su circunferencia a los 5, 15, 25, 35, 45 y 55 minutos, el Aquaracer es en el fondo un reloj de buceo puro. Sin embargo, me ha acompañado perfectamente en todo lo que he necesitado, ya fuera en la universidad, el trabajo, nadar o cualquier reto de la vida en general. Siempre que lo he necesitado, ha estado ahí.
Las conclusiones
Mi TAG Heuer Aquaracer ocupa un lugar especial en mi corazón, no solo por su estética, sino por el profundo significado que transmite en mi colección. Al mirarlo en mi muñeca mientras escribo este artículo, no puedo evitar imaginármelo como a un viejo amigo en el que siempre he podido confiar. Me recuerda mis inicios de adolescente en el mundo del coleccionismo y el camino que tomé hasta llegar a la adolescencia tardía actual (sigo siendo joven, ¿vale?), trayéndome a la memoria los innumerables momentos que compartí con mi reloj.

Sé que puede parecer un poco tópico, pero es más que un reloj: es un compañero que encarna la esencia de mi yo de 18 años y el comienzo de un viaje que, en última instancia, me ha llevado a tener la carrera que tengo actualmente como persona dedicada a escribir sobre relojes en general, así como este artículo en particular. Y, quién sabe, quizás este modelo también haya conseguido influenciarle y ahora sea usted el que inicie la aventura.