En marzo, le preguntamos por qué su primer Rolex era también el reloj de sus sueños. Como parte de nuestro concurso, que finalizó el 29.03.2021, le pedimos que nos enviara su historia personal con Rolex. El primero fue Eric, de Austin, Texas. Nos envió una historia conmovedora sobre su Rolex Datejust. El piloto de helicóptero Edward, de Australia, compartió una emocionante historia sobre su Rolex GMT-Master II.
Tito, un italoamericano de Atlanta, tuvo mucha suerte, aunque perdió su Rolex Sea-Dweller 1665 en el fondo del lago Lanier. Lea su historia para saber cómo consiguió recuperar su querido Rolex dos años después.
En el siguiente artículo, el empresario y autor de libros William, de North Yorkshire, nos cuenta cómo él y su hijo llegaron a tener sus dos Rolex Explorer. Todo comenzó con una tormenta de arena en el norte de África, en plena Segunda Guerra Mundial.
El Rolex de mi padre
La tormenta de arena había cambiado por completo el paisaje, y cuando el sol empezó a revelar el horizonte, los soldados estaban nerviosos.
Era 1942, y al pequeño grupo de fuerzas especiales se le había encomendado la tarea de destruir algunos tanques enemigos al amparo de la oscuridad, pero el viento se había convertido en tormenta y la arena llegaba a todas partes. Entraba en la ropa de los soldados, atascaba el mecanismo de sus ametralladoras y les marcaba la piel.
Nunca es fácil navegar por el desierto norteafricano, pero esto resultaba realmente aterrador. La tormenta había movido las dunas de arena, y los pocos puntos de referencia que tenían se veían ahora desde una perspectiva diferente. Nada es permanente en el desierto, pero este teatro de operaciones les estaba jugando una mala pasada. Intentaban sobrevivir en un entorno ideal para confundir.
¿Cómo iban a llegar a su cita? La brújula tenía una burbuja de aire, y había que cuestionar la fiabilidad de lo que se veía en el desierto.
El oficial miró su reloj. Gracias a Dios que funcionaba. La gente consideraba que el Rolex era resistente al agua. Por eso era famoso. Pero la caja Oyster de acero y la corona de cierre tenían otras ventajas: el reloj también era resistente a la arena. Cuando todo lo demás fallaba, el Rolex seguía funcionando.
Clifford miró su reloj y sintió una sensación de calma. Era de acero con una correa de cuero marrón. Tenía una esfera de color crema con números arábigos, salvo que donde debería estar el número seis había una subesfera que indicaba los segundos. Los grandes números arábigos eran de color caramelo y luminosos, al igual que las agujas. Un grupo más pequeño de números marcaba las 24 horas en rojo.
«Qué belleza», pensó mientras desabrochaba la correa y giraba el reloj en su mano. En el reverso decía: «Para mi Clifford, siempre tuyo, Hazel».
Hazel le había comprado el reloj antes de zarpar hacia Egipto, y él lo llevaba sabiendo que llegarían tiempos mejores. Representaba esa promesa, pero también estaba allí para protegerlo. Era más que un reloj: era la única pieza de su equipo que nunca le iba a fallar.
Clifford usó este Rolex durante el resto de su vida. Estuvo con él hasta el final, y entonces pasó a ser mío. Por muy bonito que fuera, la caja de 36 milímetros era pequeña para mi muñeca, así que se lo regalé a mi mujer y me compré un Rolex Datejust para mí en 1986. Tenía 26 años. Ese reloj me encantaba. Lo miraba una y otra vez con admiración. Tanto si llevaba un traje como si pescaba salmón en Escocia, siempre quedaba genial y nunca me falló.
A medida que me acercaba a la mediana edad, me volví más aventurero. Deseaba las emociones del aire libre. Quería poner a prueba mi resistencia. Por supuesto, hay que tener el equipo adecuado para ello. Eso forma parte de la diversión, así que me compré un Rolex Explorer II. El doble huso horario me permitía mantener una conexión con casa mientras escalaba montañas en climas extranjeros.
Comíamos en restaurantes de montaña, mal arreglados y sin afeitar, con ropa deportiva. Me daba un poco de vergüenza «salir a cenar» con un aspecto tan desaliñado, así que me aseguraba de llevar la manga levantada. De ese modo, cualquiera que me viera vería el Rolex y sabría que yo era un hombre importante.
Tengo la suerte de que mi hijo también quería un Rolex. Había visto funcionar el mío en todas las circunstancias y bajo todas las condiciones, así que al cumplir los 26 años se compró un Explorer. Le gustaba la claridad de la esfera y el hecho de que el reloj fuera discreto. No era un llamativo «reloj deportivo», sino un modelo tranquilamente útil, nacido con el mismo pedigrí que sus famosos parientes.
Así que ahora tenemos una tradición familiar: tres generaciones y cuatro relojes Rolex. Debería ser suficiente, pero no lo es. La historia continúa con más complicaciones a tener en cuenta. Un Cosmograph Daytona apareció de repente en mi lista de deseos, igual que el nuevo Submariner, y hay que tener en cuenta a las futuras generaciones.
Menos mal que existe Chrono24. Tienen prácticamente todos los modelos disponibles. Los proveedores están calificados por su fiabilidad, las compras pueden hacerse con confianza y los expertos están cerca para aconsejar, haciendo el proceso muy fluido.
El Rolex es sólido y fuerte; su precisión no se deja intimidar por las condiciones extremas. Nunca le defraudará. Seguro que hay un modelo diseñado para adaptarse a su carácter. Chrono24 lo encontrará por usted, y a medida que se desarrollen sus gustos, su colección también lo hará.
Chrono24 refleja el carácter de Rolex. Son completamente fiables e irán hasta el fin del mundo para conseguirle lo que necesita.
Un Rolex es para una ocasión especial. Es para toda la vida. Es para siempre. Es intemporal.
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