Christoph Odenthal
Crecí en Düsseldorf, en una familia de amantes de los relojes. Mi primer reloj me lo regaló mi abuelo en 1985: un Citizen Promaster Aqualand con medidor de profundidad electrónico. Muchos años y varios relojes después, heredé el Rolex Submariner Hulk de mi padre y, más recientemente, el Rolex GMT-Master II Rootbeer (ya muy gastado) de mi madre. En los últimos años, varios relojes han cambiado de manos dentro de la familia. El valor sentimental de un reloj que se ha transmitido no puede contarse en dinero. Me fascinan los diseños icónicos, así como la comodidad y longevidad de estos bellos relojes, que pueden pasar de generación en generación. Personalmente, como consumidor, la durabilidad es un factor decisivo a la hora de elegir un producto. La atención a la calidad tiene ciertamente su precio, pero a menudo proporciona sensaciones de felicidad que duran años. Escribir artículos para Chrono24 y compartir mis puntos de vista como autor es una auténtica pasión para mí y me produce un gran placer.